Apreciado columnista:
Recibimos con respeto y atención sus consideraciones sobre las obras públicas en nuestro departamento. Valoramos el papel fundamental que desempeña la prensa en el seguimiento y control social de la gestión pública, y compartimos su preocupación por garantizar que cada proyecto de infraestructura se traduzca en bienestar y progreso para los cesarenses.
Sin embargo, al referirse usted a una “maldición sempiterna” en torno a las obras públicas, proyecta una visión desproporcionada y distorsionada de la realidad. No se trata de imprecaciones ni de excusas; las obras en el Cesar no están condenadas por malas querencias, sino que responden a procesos complejos que, en ocasiones, se ven afectados por factores externos e imprevistos, comunes en la ejecución de grandes proyectos.
Permitir que se califique de maldición el esfuerzo de tantos profesionales que día a día trabajan por transformar el territorio es un despropósito. Por el contrario, lo que vivimos es una etapa de importantes logros que posicionan al Cesar como referente en la ejecución de obras públicas de impacto económico, social y de sostenibilidad ambiental. Somos líderes en la construcción de vías secundarias y terciarias, con más de 800 kilómetros asfaltados.
Quizá se le ha pasado mencionar que hoy el departamento cuenta con la Sede Caribe de la Universidad Nacional en sus dos fases, las significativas inversiones en la Universidad Popular del Cesar, que incluyen un nuevo edificio en Aguachica, comedor universitario, escenarios deportivos y las becas FedesCesar. También es justo resaltar la nueva sede universitaria en Curumaní, que amplía las oportunidades para nuestros jóvenes en el centro del departamento.
Además, cerca de 30.000 niños y niñas hoy se benefician de más de 350 aulas escolares nuevas, construidas y dotadas con moderno equipamiento. A ello se suman las inversiones en salud, deporte, saneamiento básico, agricultura y medio ambiente, entre otras áreas. Estos avances, lejos de representar una maldición, son una verdadera bendición para las comunidades.
Todas las obras ejecutadas por la Gobernación del Cesar han sido y continúan siendo auditadas por los organismos de control, en algunos casos con rigurosidad extrema, lo que garantiza la transparencia en la administración de los recursos. Desconocer estos avances y señalar nuestra labor como una “falacia” resulta injusto y temerario.
Sabemos que algunas obras, por su complejidad, han requerido ajustes en tiempos y presupuestos. Sin embargo, esos ajustes no son sinónimo de improvisación ni de despilfarro, sino mecanismos previstos en la Ley 80 de 1993 y sus reglamentos, que permiten garantizar la correcta ejecución de proyectos cuando surgen imprevistos. Las prórrogas y adiciones presupuestales son herramientas legales y técnicas para proteger la inversión pública y asegurar que las obras sean entregadas con la calidad esperada.
El Centro Cultural de la Música Vallenata (CCMV), por ejemplo, es una obra de gran envergadura diseñada por el prestigioso Grupo Idom, de España. Su complejidad exige tiempo y rigor para que se convierta en el símbolo que merece nuestra música vallenata, patrimonio de la humanidad. El Mirador del Santo Ecce Homo enfrentó dificultades tras un incendio, y el Anillo Vial de Valledupar, la mayor inversión vial en la historia de la ciudad, avanza conforme al cronograma, pese a los desafíos que implica una obra de esa magnitud.
Nadie tiene una bola de cristal para prever cada obstáculo, pero nuestro compromiso es tomar decisiones oportunas, implementar medidas correctivas y garantizar que cada proyecto se culmine con éxito. Es cierto que algunos plazos se han extendido, pero ninguna obra ha quedado inconclusa. Cada proyecto avanza, y las obras ya finalizadas son testimonio palpable de que la transformación del Cesar es una realidad.
Comprendemos su impaciencia y valoramos ese interés porque es muestra del deseo colectivo de ver materializados más proyectos. En respuesta, reafirmamos nuestro compromiso de entregar obras de calidad, ejecutadas con transparencia y bajo la supervisión de los entes competentes. Aquí no hay nada que ocultar.
Finalmente, no se trata de normalizar los retrasos, sino de ser responsables y transparentes con la ciudadanía. Cuando sea necesario recurrir a prórrogas o adiciones presupuestales, lo seguiremos haciendo de cara a la gente, con la convicción de que el objetivo final es entregar obras que perduren y sirvan a las comunidades.
Pretender satanizar las adiciones presupuestales o exigir que cada presupuesto inicial sea idéntico al costo final es desconocer la naturaleza misma de los proyectos de infraestructura, tanto públicos como privados. Ni siquiera en la construcción de una vivienda familiar es posible garantizar que no surjan ajustes durante el proceso.
Por ello, más que sembrar dudas o recurrir a términos como “maldición”, lo invitamos respetuosamente a recorrer el departamento, municipio por municipio, para que constate de primera mano el impacto positivo de los proyectos en ejecución y las obras ya culminadas. Acérquese al complejo educativo del CASD, al Instpecam o al colegio Alfonso López, levantados en tiempo récord. Vea en el rostro de nuestros estudiantes, campesinos y deportistas la satisfacción de contar con espacios dignos.
Demandar respeto es válido. Nosotros también lo pedimos. La crítica es necesaria, pero que sea siempre constructiva, con rigor y sin sesgos. Porque, mientras algunos se limitan a señalar, hay muchos otros que, desde el anonimato, trabajan incansablemente para que el Cesar avance.
Quedamos atentos a cualquier inquietud adicional y agradecemos su permanente vigilancia sobre la gestión pública.
Atentamente,
Jorge Luis Laporte Restrepo
Jefe de Prensa
Gobernación del Cesar