Iván Villazón es de esas personas que ha logrado el éxito después de vencer los obstáculos que, incluso, surgen en la familia. Creció en un mundo bohemio en que la parranda se hacía en su casa, con grandes de la talla del rey del acordeón ‘Colacho’ Mendoza y de Rodolfo Castilla, a quien le quitaba la caja para tocar. Pero su papá, Crispín Villazón, fue el primero en oponerse a que él, el mayor de los hijos, se inclinara por la música vallenata como carrera.
“Mi papá también fue un tipo fruto del sacrificio, una persona nacida en la provincia, en Pueblo Bello, y con esfuerzo logró hacerse profesional, abogado, en Bogotá. Fue exitoso en la política, en todos los cargos que ocupó, entonces él albergaba la esperanza de que yo fuese su continuación, pero él sabía que había genes musicales”, narra Iván, haciendo tránsito por los laberintos del recuerdo.
Aunque, la política y la música guardan en su esencia el contacto con las masas y el servicio, tal vez de esa forma Iván le ha cumplido al ‘Viejo Crespo’ y al impulso musical que nació con él y que lo ha llevado a consolidarse, dentro del vallenato, como uno de los más conservadores. “Uno no escoge la música, uno nace con algo adentro, con esa vocación”, reflexiona.
Estudió hasta cuarto año el derecho, cuando la música empezó a reclamarle protagonismo en su vida y le empezó a ir mal en las notas académicas, mientras en la tarima la nota musical estaba alta y afinada. “Era un buen estudiante, me iba bien, de hecho lo que estudié me ha ayudado en mi carrera, en los temas de derechos, contratos con las disqueras, asuntos contractuales. Soy el único artista en Colombia dueño de su sello disquero y que se administra, todo eso se debe al conocimiento adquirido en el derecho”, dice.
Fue a los 16 años, cuando residenciado en Bogotá recibió a los también provincianos Fernando Dangond, Gonzalo Arturo ‘Cocha’ Molina, Jacinto Leonardy Vega, Los Meza y otros tantos, y con ellos inició en firme una carrera de triunfos que hoy, a sus 63, no cesa y sigue sin fecha de vencimiento cercana.
Recuerda todavía el cheque que Ernesto Lacera le prestó para comprar los discos de su primera producción, que por ser artista nuevo estaban frenados por la disquera, no salían al mercado, porque todo era sobre pedido y los dueños de las discotiendas no pedían ni un LP suyo. “Los compré con el cheque, traje todos los discos a Valledupar, vendí la mitad y los otros los regalé”, así recuerda Villazón que inició el camino, agregando que en ese entonces se decían cosas como: “Salió el sucesor de Jorge Oñate y que la gente dijera eso era la mejor referencia, porque Oñate era el mejor cantante de la época”.
Tanta experiencia acumulada en su mente por momentos duros, como cuando se fue de su casa para que le permitieran ser cantante, y otros más alegres, como cuando menciona todas las producciones discográficas logradas, le da licencia a su boca para ‘cantar’ todo un catálogo de valiosas apreciaciones.
“El vallenato debe evolucionar, pero desde su sentir, desde su propia esencia. Lo fácil es coger la música vallenata y fusionarla con ritmos que están de moda para hacer cosas que son comerciales, pero que no hacen honor a nuestro folclor; ese es otro concepto que no hemos entendido: que la música vallenata no es comercial, sino un folclor, que por el valor que tiene se volvió comercial y logramos nosotros que, a toda Colombia, sin tener que ver con nosotros, le gustara el vallenato. Y el vallenato auténtico fue el que conquistó a Colombia”, argumenta Iván Villazón.
Un arcoíris que desafía
A Iván Villazón la madurez musical le ha llegado paralela a la vida personal. Sus presentaciones en tarima las hace más profesionales desde que dejó compañías que en vez de mostrarle los límites lo llevaban al exceso.
Ese día acompañaba a su mamá, Clara Aponte, a una cita médica. El galeno le dijo a Iván que ella padecía un cáncer de pulmón y mientras conversaban el médico notó que el cantante llevaba una caja de cigarrillos en el bolsillo de su camisa y le advirtió que también padecería ese cáncer, si no dejaba de fumar.
“El hábito de fumar es un monstruo que vive dentro de ti y se alimenta de nicotina, o sea que tú lo que eres es un cuerpo donde vive el monstruo… El hábito de fumar es que el man se aloja en ti, por eso es que a ti te dan ganas de fumar, porque al man le da hambre y tú eres un estúpido que cuando fumas lo que estás es dándole comida y él vive y tú mueres. Entonces cuando me daban ganas de fumar decía: Te vas a fregá, porque el que te va a matar soy yo. Es un ejercicio mental”, comparte Iván Villazón, a quien también conocen como La Voz Tenor del vallenato.
La playa lo relaja y la vida del campo le apasiona también. Con su familia goza de una relación marcada por las líneas que impone el sacrificio de la escalera del éxito, el mismo que quiso ocultarse cuando grabó el CD El Desafío, uno de los momentos de mayor oposición dentro del mismo gremio. No se cree un mártir, pero a Villazón no le importa recibir un cuestionamiento más por sus afirmaciones.
“Clásicos de La Provincia, de Carlos Vives, es la última gran evolución de nuestra música vallenata y fue un éxito internacional. Es el disco vallenato más escuchado y reconocido a nivel mundial. Carlos Vives es el artista del vallenato más reconocido en el mundo y se lo merece, eso que hizo en Clásicos fue espectacular, lástima que ninguno de nosotros lo ha seguido, aunque yo intenté hacerlo con El Desafío y me cayeron encima, y preferí devolverme a insistir, pero hoy me arrepiento de eso, quizás dónde estuviera de haber seguido esa línea. Me dejé llevar por las críticas, que a veces no dejan que la música vallenata evolucione como debe ser”, cuestiona Villazón, quien también dentro de sus apuntes registra que “cuando eres exitoso la gente te envidia”.
Iván Villazón, con presentaciones agendadas cada fin de semana, es uno de los artistas que tendrá escultura en cera en el Centro Cultural y de Convenciones de la Música Vallenata, CCMV, y además está en construcción su nueva producción discográfica, en etapa de arreglos: será el primer trabajo que haga con su nuevo acordeonero, ‘Tuto’ López.
Por: Jorge Laporte Restrepo