Creación del Cesar
Aturdidos y asombrados observaban los capitalinos conservadores de hueso duro y ruana gruesa, el arribo de 85 buses que rodeaban con sus pesados y trémulos armatostes los alrededores de la Plaza de Bolívar. Cientos de personas descendieron y se agolparon frente a las pesadas e imponentes columnas que daban la bienvenida al máximo templo sacro de las leyes de esta república, el Capitolio Nacional de Colombia. Y allí permanecieron por varias horas.
Dentro del edificio, el debate tenía muchas aristas unidas por una misma preocupación: los aires de rebeldía contenidos en la conocida fiebre por la “departamentalitis”. Este era un fenómeno agudizado en todo el país por aquel entonces y que consistió en la creación de nuevos departamentos, motivados por la necesidad de generar desarrollo independiente en aquellas zonas del territorio donde la política centralista de las capitales de grandes regiones no alcanzaba a cubrir. Pero el país no quería más divisiones. Bajo este mismo fenómeno se gestaron los departamentos de Risaralda, Quindío, Sucre, Córdoba y La Guajira.
La aprobación
Aquel debate, varias horas después, y tras sustentar el abandono político al que estaban sometidos los pueblos ubicados detrás de la Sierra Nevada y al otro lado del Río Magdalena, terminó por reconocer la existencia del nuevo departamento, el Cesar, cuyo nombre se deriva del río Cesar, que a su vez proviene de la lengua chimila zesari, que significa aguas calmadas.
La lucha de varios años atrás por reconocer su independencia territorial, había por fin madurado sus frutos. Los enemigos de este proyecto eran muchos y poderosos, de dentro y fuera del recién nacido Cesar, muchos de ellos vaticinaban con rigurosa sentencia que el Cesar no nacería ni por cesárea. Pues ivaya dicha! una causa común unió a todo un pueblo, desde Badillo hasta Río de Oro, entapujando para siempre en el fondo de las bocas de estos doctos, cualquier patraña que entorpeciese el irrefrenable desarrollo de este gigante que empezaba a levantarse y marchar. Antonio Murgas, ponente del proyecto para la creación del departamento, junto a todos los asistentes a la sesión, rompieron en llanto. Las lágrimas sellaron el final de una larga lucha, al tiempo que marcaba el inicio de un largo y promisorio viaje de progreso.
Causa justa y necesaria
La celebración
El frío bogotano arreciaba en las afueras del capitolio. El cansancio también apretaba las extremidades de los que ocupaban la plaza en ese momento y no era para menos, pues los viajes a la capital del país en aquella época significaban un largo, sufrido y tedioso acontecimiento. De repente, la figura de un hombre bajo y de tez bonachona, salía de entre las columnas de la edificación, alzado en brazos por un pequeño grupo de “encorbatados” vitoreando la conquista. Al unísono, esos cientos de humanos que viajaron en aquellos armatostes desbocaron su alegría. Esta gran ola humana llevó sobre sí a Antonio Murgas, quien hoy es reconocido como el padre del departamento, quien recogió las primeras intenciones del también reconocido precursor del Cesar, Alfonso Araujo Cotes, y las materializó con el respaldo y arduo trabajo del comité central pro-departamento, conformado por ilustres personajes de la época como José Guillermo Castro, Julio Villazón Baquero, José Eugenio Martínez, Aníbal Martínez, Crispín Villazón, entre otros. Día glorioso para aquellos que se sentían olvidados en su propia tierra.
Folclor y amabilidad
Contrario a lo que muchos creen y en honor a la verdad es necesario hacer un ejercicio constante de recordación de nuestra historia: el vallenato no fue la razón principal para que el Cesar naciera, pero si nos hizo antesala en las esferas más altas de la vida nacional. Ese embelesamiento en el que caen las personas cuando están frente un acordeón, sumada a la tradicional amabilidad de la región que derivaba en influyentes amistades, fueron el arma más poderosa que sin duda abrió camino para la creación de este territorio. Pero no hay que dejar de lado el espíritu de rebeldía implícito que impulsó el nacimiento del Cesar:
El mensaje aquí es muy poderoso: No solo el cansancio por la escasez y la necesidad impulsaron este proyecto, sino la creencia férrea de que se disponía de todo lo necesario para alcanzar la grandeza.